Todavía hay quien piensa que el enfrentamiento entre un torero y un toro en una plaza de toros durante una corrida es del todo leal y equiparada. Que el torero está en todo momento arriesgando su vida frente a un animal que tiene 50 veces más fuerza que él...
No nos engañemos, la condición natural del toro, como animal herbívoro es la de huir, no atacar. Ataca cuando se le enfurece, o como reacción a una serie de torturas. Para que nos hagamos una idea, vamos a detallar qué clase de torturas se le propinan a un toro bravo, a fin de enfurecerlo a la vez que debilitarlo.
Desde que los toros son secuestrados del rebaño, empieza el calvario de unos animales capaces de experimentar angustia y desamparo infinitos. Presos en un asfixiante cajón, con la cabeza ladeada, se les transporta lejos, muy lejos de sus pastos y encinares, donde suelen perder entre 40 y 50 kilos a causa del estrés al ser confinados en la cárcel del chiquero.
Antes de su linchamiento, padecerán continuos tormentos al objeto de debilitar sus fuerzas:
24 Horas antes de entrar en la arena, el toro ha sido sometido a un encierro a oscuras para que, al soltarlo, la luz y los gritos de los espectadores lo aterren y trate de huir saltando las barreras, lo que produce la imagen en el público de que el toro es feroz, pero la condición natural del toro es huir, no atacar.
También se le han recortado en vivo los cuernos (afeitado) para proteger al torero. Le colgaron sacos de arena en el cuello durante horas. Le golpearon con sacos de arena en los testículos y los riñones, le indujeron diarrea y le abrasaron los intestinos al poner sulfatos y laxantes en el agua que bebió y en la comida, todo esto es con el fin de que llegue débil al ruedo y en completo desorden. Se le ha untado grasa y vaselina en los ojos para dificultar su visión y en las patas se le puso una sustancia que le produce ardor y le impide mantenerse quieto, así el torero no desluce su actuación. En algunos casos, incluso se les han rasgado los músculos del cuello para evitar movimientos bruscos con la cabeza, a fin de reducir el riesgo de posibles cornadas.
Y no sólo con esto, se le han inyectado fármacos hipnóticos, e introducido bolas de algodón en lo profundo de sus fosas nasales para dificultar la respiración. Sólo por esto, ya debería ser ilegal, al atentar contra la salud de un animal.
Y no sólo el toro es maltratado: respecto los caballos de los picadores, se eligen a caballos que ya no tienen valor comercial, así que el animal muere en 3 o 4 corridas a lo mucho. Es muy habitual que el animal sufra quebraduras múltiples de costillas o destripamientos. Se les droga y se les llena las orejas con papel de periódico mojado para que salgan a la plaza, ya que el terror les haría salir corriendo.
Desde 1925 se les coloca un peto simulando que se les protege, pero en realidad se trata de que el publico no vea las heridas al caballo que con frecuencia presentan exposición de vísceras (alguna vez le han llegado a introducir de nuevo los intestinos y a coserles la tripa para que aguanten otra corrida). Además, para que no relinchen de espanto y de dolor (y no molesten al respetable público), han amputado sus cuerdas vocales, y si atenazados por el pánico se niegan a volver al redondel, les quemarán los testículos con descargas eléctricas o periódicos encendidos, e incluso les quitarán los ojos.
La Organización de Naciones Unidas (ONU), aprobó la Declaración Universal de los Derechos de los Animales: “Ningún animal será sometido a malos tratos ni actos de crueldad”.
Por otra parte, en 1980 la UNESCO, máxima autoridad mundial en materia de Educación, Ciencia y Cultura, dictaminaba: “La tauromaquia es el infame y comercializado arte de torturar y matar animales en público. Traumatiza a los niños y a los adultos sensibles. Agrava el estado de los neurópatas atraídos por tales espectáculos. Desnaturaliza la relación entre las personas y los animales. Constituye un desafío gravísimo a la moral, la educación, la ciencia y la cultura”.
TEXTO EXTRAÍDO DE AQUÍ
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